sábado, 22 de febrero de 2014

FEBRERO 23 DE 2014
SÉPTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

"Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.
"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.”
Mt 5,38-48

Cuando uno lee este Evangelio, la reacción inmediata es de  asombro, por no decir de rechazo, porque nos encontramos con una propuesta muy extrema: “al que te abofetee en la mejilla derecha”; teniendo en cuenta que la mayoría de las personas son diestras, significaría que la bofetada no sería con la palma de la mano sino con la parte de los nudillos y eso ya no es bofetada sino puño. Cuando se plantea una propuesta con esta exigencia desde el principio, lo único que se puede esperar es un rechazo de la misma o un sentimiento de impotencia por no poder llegar a cumplirla.
En contraste, el final del evangelio nos encontramos con una invitación bellísima a ser imitadores del Padre celestial: “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. “ Puesto frente a los dos extremos: el del principio que propone la actitud tolerante, incluso frente a la agresión física, y el del final que propone la imitación del Padre celestial mediante la búsqueda de la perfección, trato de encontrar un proceso que me ponga como objetivo la perfección y que me lleve al acatamiento de la propuesta de disponibilidad frente a la agresión física. Y, como el objetivo está al final, me dispuse a leer el evangelio al revés. Estos son los pasos de perfección que surgieron de este ejercicio:
Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial: Con una perfección que no es más que practicar la bondad con todos, con buenos y malos, al estilo de Dios que actúa de la misma manera con los justos y los injustos; por eso la perfección que propone el Evangelio sólo es posible cuando practicamos el amor a los enemigos. Esta perfección tiene que llegar hasta las últimas consecuencias; en el griego del evangelio la palabra que identifica la perfección es “τελειοι” (teleioi) que, teniendo como raíz “τέλειος” (teleios) que significa llegar al final, nos invita precisamente a eso a llegar al fin de la bondad con los enemigos: “no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra”.
Lo que tenemos claro desde el principio de este argumento es que a ese grado de perfección no podemos llegar de la noche a la mañana y que a esa meta se tiene que llegar mediante un “proceso de perfección”:
1.       Al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda: en el evangelio de Mateo es recurrente el problema de las deudas, es lo que podemos notar en Mt 6,12 y que repetimos cada que rezamos el Padre nuestro - perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores – y que también podemos en 18, 23-35. En la escritura de Mateo, ese tema era relevante porque, en el ambiente del imperio romano y la persecución a los cristianos, los hermanos debían desplazarse de un lugar a otro en donde eran recibidos por otros hermanos. Dada la situación económica venida de la persecución, no sólo había que recibirlos sino prestarles dinero para sobrevivir los primeros días, además se debía prestar más dinero sin esperar que fuera pagado. Por  esta razón los posibles hermanos prestamistas rehuían a los caídos en la desgracia de la persecución.

No dista la realidad de las primeras comunidades de la de nuestros días; hoy muchas personas han caído en desgracia; después de haber tenido los recursos necesarios para vivir y han tenido que recurrir a las personas de buen corazón para recibir  una ayuda temporal, recibiendo de ellos una indiferencia que evade la responsabilidad con el que reconocemos como hermano.

Precisamente, en ese sentido va el primer paso de nuestro camino de perfección: no darle la espalda, ponernos de frente al hermano y mirarlo a los ojos reconociéndole su dignidad y mostrándole que no nos es indiferente su dificultad; que aunque no “podamos hacer nada”, su sufrimiento es un sufrimiento compartido.

2.        A quien te pida da: Esta experiencia es más exigente que la anterior. Cuando encontramos a alguien que nos pida, nos encontramos con un mendigo; con uno que pide y que no tiene con qué pagar o retribuir lo pedido. Esta persona que pide se convierte en piedra en el zapato porque se vuelve fastidioso, casi siempre sin querer porque su insistencia en pedir es producto de su necesidad. Entrar en relación con este tipo de personas es cansón y monotemático porque su vocabulario se reduce a dos palabras: deme y necesito.

Si antes la exigencia era no rehuir o no dar la espalda, ahora la exigencia es DAR, entendiendo dar como la donación desinteresada porque, en este caso específico, la esperanza de recuperar lo entregado es nula. Es la pretensión de poner al servicio del hermano nuestros bienes a sabiendas que no van a ser recuperados.

3.       Al que te obligue a andar una milla vete con él dos: Hasta ahora nos habíamos encontrado con dos tipos de personas: aquellas que, siendo de nuestros afectos, se vuelven gravosas para nosotros, en cuanto que no podemos colaborarles en su dificultad temporal y nos vemos tentados a darles la espalda; y, aquellas que se nos convierten en una verdadera carga porque no solo hay que sacarlos de los apuros sino que no hay que esperar lo que se pone al servicio de ellos sea devuelto.

Ahora nos encontramos con personajes más incómodos para nuestra vida de hermanos; son aquellas personas que establecen relaciones con uno, ejerciendo la fuerza. Son  aquellos que hacen que nosotros cedamos a sus caprichos y que, mediante de un abuso del poder, nos “obligan” a servirles cumpliendo sus antojos; son aquellas personas que tratan de establecer cierta relación entre amo y esclavo coartando la libertad de cada uno de nosotros.

Ante este tipo orgullo, la propuesta de perfección nos invita a la generosidad como método para vivir la libertad. Cuando el opresor nos pide un servicio, nosotros prestamos un servicio mayor con generosidad mostrando  que aun ante la opresión, somos libres para ayudar al hermano.

4.       Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto: La situación planteada en este caso es dramática porque la palabra “PLEITO” hace referencia a un lio jurídico, en  este caso por la túnica que es de propiedad de quien pone la querella. Lo que está planteado es la situación de aquel que está siendo llevado a los tribunales, de aquel a quien le están haciendo pública su relación fracturada. Es la bochornosa situación del escarnio público.

Lo que propone Nuestro Señor en este asunto es presentarse al pleito con la idea de retener lo que el otro considera suyo sino entregarle aún más de lo pide.

5.       Al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: a mi manera de ver este es el culmen de este proceso de perfección (bondad para con amigos y enemigos). Cuando se llega al colmo de la agresión física, cuando se pone en juego la propia integridad, entonces ahí es donde se puede mostrar la humilde majestuosidad de la perfección en la bondad. La exigencia es dura: ante la agresión del hermano, mostrarme indefenso, y, no sólo eso, ponerme dispuesto para la continuación de la tunda. Esa indefensión que se plantea en esta última (primera) exigencia, es la que en última instancia muestra un largo camino de perfección concluido.
Miremos en este camino de perfección de cinco punto un viacrucis personal en el que estamos haciendo imitación de Nuestro Señor Jesucristo que fue desde la donación de sí mismo con desinterés, pasando por la libertad para asumir su presidio y por la ausencia de defensa propia en un juicio, hasta llegar a la muerte en cruz; en la que su indefensión se convierte en el signo de la perfección reveladora de Gloria.

Si esta propuesta de perfección es un proceso ¿En cuál de los cinco pasos estás?