sábado, 31 de diciembre de 2011

LA ANSIEDAD POR EL FUTURO

La última parte de mi reflexión tiene que ver con el deseo que tenemos todos de que el año venidero  traiga consigo muchísimas bendiciones. Todos buscamos que eso acurra y, como no tenemos el control sobre los acontecimientos de la historia, nos llenamos de ansiedad por ese tiempo nuevo al que nos enfrentamos. Porque estamos ansiosos, estamos en una constante búsqueda del método para alcanzar la tranquilidad mediante la mínima seguridad de que las cosas van a ser como nosotros las esperamos.

Precisamente, ahí aparecen los agüeros como prácticas en donde encontramos dicha seguridad; pero yo me haría algunas preguntas ¿Si es santo practicarlos? ¿Si son efectivos? ¿Si determinan la historia?

Algunos teólogos modernos piensan, cuando se refieren a la creación, que no hay nada tan sagrado que no tenga algo de profano y nada tan profano que no tenga algo de sagrado; concepto que yo acepto. Lo que pasa es que la sacralidad de las cosas creadas no radica en que puedan tener características de Dios sino en que son creación de Dios. Por otra parte, en el Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral  2113 nos invita, de manera tácita, a no divinizar algo que no es Dios, por muy creación de Él que sea.

Fundamentado en lo anterior, no puede ser santo practicar actos cabalísticos con motivo del inicio del año, primero porque profanamos lo que de sagrado tengan las cosas creadas por Dios, segundo porque caeríamos en idolatría y tercero porque desplazaríamos a Dios de la historia, que es también creación suya, para dar paso a otras cosas que supuestamente la predeterminan.

Respecto a la efectividad y predeterminación de la historia, del uso de los agüeros, con todo respeto tengo que decir algunas cosas que presentaré de manera jocosa:

En el último día del año que termina y, en algunas casas, en la media noche muchas personas hacen “limpiezas” con inciensos y sahumerios para sacar de la casa las malas energías y los malos espíritus, de modo que el nuevo año comience libre de malas influencias. Sin embargo, con el pasar del tiempo las “malas energías” siguen rigiendo la casa ¿Qué pasó? Que tal práctica no sirvió porque la buena energía tiene un solo origen: el corazón del hombre que ama. Pero no le quitemos todo el beneficio al sahumerio, la verdad si tiene una utilidad muy conveniente porque por medio de él se pueden espantar los moscos y los sancudos de nuestras casas.

Cuando nos estamos poniendo el atuendo para el fin de un año y el inicio del otro, otra costumbre es ponerse ropa interior de color amarillo para atraer la prosperidad y para tener suerte en los temas del amor. Esta práctica inició siendo característica en las mujeres pero se ha ido expandiendo a los hombres. Pues bien, conozco a muchas personas que no han tenido dicha sentimental y que todos los 31 se ponen los cucos amarillos.
¿Cómo serían efectivos los cucos amarillos?

La respuesta es sencilla, póngase los cucos amarillos que mejor le queden pero póngaselos sin falda; muy seguramente algún príncipe azul le verá sus cucos y se enamorará de usted.

En la media noche muchos se disponen a usar los agüeros que les han venido por tradición cultural y familiar, entre ellos están:

a.       Comer doce uvas rápidamente mientras suenan las doce campanadas del reloj: primero que todo, no todo el mundo puede practicar esta costumbre porque no todos tienen reloj de pared que le toque campana doce veces. Segundo: los gastroenterólogos dicen que uno tiene que masticar bien para evitar la gastritis, entonces lo que entrega la práctica de las doce uvas es una inmensa probabilidad de que el año que comienza tenga problemas gástricos.

b.      Algunas otras personas utilizan las lentejas y otros granos como mecanismo para atraer prosperidad; algunos tiran dichos granos y otros los dejan expuestos en diversos recipientes. No sé qué tan próspero sea botar la  comida y además lo único que sé que atraen los granos es las cucarachas y los ratones.

c.       Hay quienes se bañan con leche, es decir, llenar una bañera de leche y se meten en ella. Estas personas no tienen que hacer nada para ser prósperos porque ya los son pues la leche subió de $200 quedando a $1900 el litro, si uno tiene el suficiente dinero para comprar la cantidad de leche como para llenar una bañera ¿para que pide dinero si ya lo tiene? Sin contar que es pecado gastar la leche en eso cuando hay personas menores que están condenados a ser mayores con osteoporosis porque no consumen la leche que les suministra el calcio.

d.      Muchos se bañan con diferentes cosas a la medianoche (champaña, rosas, etc.) para lograr mejor suerte. Lastimosamente, lo único que logran es una gripa.

e.      No falta quien dé la vuelta a la manzana con las maletas para augurarse un año lleno de viajes: es una práctica buena, no para los que la hacen sino para los que la miran, porque se burlan de los que la hacen.
En síntesis, los agüeros son prácticas que, además de inútiles, son pecaminosas porque nos ponen en la posición de quien peca por adivinación, hechicería e idolatría; que son pecados contra el primer mandamiento. Y sería una lástima que el deseo de iniciar bien el año termine con la certeza de que lo hemos comenzado cometiendo pecados; y más lastimoso aun sería quitarle el dominio de la historia al dueño de la historia.
Todos tenemos el derecho a estar ansiosos por el tiempo que ha de venir, es natural del hombre, pero manejemos la ansiedad y preparémonos de la mejor manera.
·         Tengamos siempre presente que el dueño de la historia es Dios, entonces pongámonos en sus manos para que Él nos lleve por el tiempo nuevo fortalecidos de modo que las muchas alegrías no nos eleven hasta perdernos de la realidad y las muchas tristezas no nos tumben hasta destruir la vida.

·         Practiquemos como rito de fin de año la oración en familia, dicho rito es bien efectivo porque renovamos la conciencia de que Dios está en la historia y que no nos abandona nunca.

·         La mejor manera de recibir el año es hacerlo con el corazón limpio, entonces no está de más que se acerquen al confesionario para hacer un buen lavado del corazón.

·         Recordemos que la historia no está construida, hay que irla construyendo, labrándola con paciencia, con alegría y poniendo en ella todo nuestro empeño. La fortuna, la verdadera fortuna es aquella que viene porque pongo todo de mí para que las cosas salgan bien; puede que muchas veces no resulten como lo esperaba, pero soy afortunado porque lo dejé todo en la construcción de mi vida.
Terminada mi reflexión, no me queda más que desearles inmensas bendiciones para el año que entra y pedir por usted para que el Señor de la historia les conceda dicha y felicidad.
FELIZ AÑO NUEVO 2012

viernes, 30 de diciembre de 2011

LOS EXCESOS DEL PRESENTE

1.       LOS EXCESOS DEL PRESENTE
Algunos para olvidar las huellas del pasado, algunos otros queriendo mostrar la buena fortuna que han tenido durante el año, y otros queriendo silenciar la vos de la conciencia; eso sí, todos con muy buenas perspectivas para el futuro, deciden botar la casa por la ventana.
 

Parece ser que la estética de lo excesivo es la que predomina a la hora de intentar despedir el año que pasa y recibir el que viene; por eso no es raro encontrarnos con infinidad de personas que pierden la mesura para vivir este específico presente transitorio (aunque decir presente y transitorio es un pleonasmo). Estos excesos los clasifico en tres grupos:

a.       LOS EXCESOS AL VESTIR:
     La cultura en la que vivimos nos indica que  en el final del año debemos vestir con ropas nuevas, seguramente para recibir el nuevo año con las mejores vestiduras. Es que el ambiente cabalístico de la espera del tiempo venidero así lo pide. Sin embargo, nos encontramos con excesos diversos a la hora de elegir la forma de vestir y los atuendos que vamos a lucir.

Es muy común encontrarnos con personas, de escasos recursos económicos, que  para el 31 de diciembre están ataviadas con vestiduras que sobrepasan sus ingresos: el que gana un salario mínimo “invierte” dos en los vestidos del fin del año; el que es moderado en su atuendo, el 31 se viste de forma exuberante; la mujer recatada aparece como la más atrevida; y el que no usa accesorios, se presenta ante el mundo como un exhibidor de bisuterías. Añadimos a los vestidos: relojes lujosos, anillos aparentes, cadenas y collares llamativos. Compramos sombreros que sólo usamos ese día y billeteras que estarán llenas solo durante esa noche (porque al otro día amanece vacías).

b.      EXCESOS CON LA COMIDA Y LA BEBIDA:



Es bien interesante este fenómeno: los economistas afirman que las familias son capaces de sustentar su canasta familiar si, por lo menos, dos de sus integrantes ganan el salario mínimo; con ese dinero las familias tienen que destinar siquiera la tercera parte para comprar el mercado para un mes, si hacemos la cuenta, con el salario mínimo de este año, que multiplicado por dos es un total de $1’070.000, la tercera parte de ese monto es de $356.000 que cubriría los gastos alimenticios de un mes en la mayoría de las familias colombianas.

Cuando vamos a los restaurantes, en las cartas que nos presentan para que elijamos el plato preferido, la porción máxima de comida que se ofrece, con el aval del ministerio de salud, es la de las carnes que se sirve en presentación de un corte de 500 gr. Para el resto de los platos, las porciones  no superan las cinco cucharadas del producto (arroz, ensalada, pasta, etc.).

Este preámbulo hace notar los excesos en la comida, pues para la cena de fin de año preparamos un gran banquete que sobrepasa el presupuesto del mercado de todo un mes y que supera las porciones suficientes para que queden satisfechos todos y cada uno de los miembros de la familia.

Tengo que confesar que, en el caso de los pobres, alcanza a alegrarme porque el que come boje puede comer carne; el que toma caldo, come sancocho; el que como huevo, come gallina y así sucesivamente. Pero no deja de preocuparme las personas que para la noche de fin de año compran 1Kg de carne por cada uno de los comensales, las que compran un inmenso marrano para que festejen 20, a lo sumo 30 personas. Las familias que hacen olladas grandísimas de   pastas, papas, arroces y postres que exceden las necesidades reales de las familias.

Lo gracioso es que comemos por montones teniendo la conciencia mágica de que, por esa práctica, auguramos la no falta de comida durante todo el año. Pues tal augurio se hace realidad, por lo menos los cinco primeros días del año, porque no falta la comida al seguir consumiendo de las  viandas que sobraron de la fiesta del 31. El 6 de enero todavía estamos acabando con el arroz con coca cola, el chicharrón, la carne que sobró del asado, el postre que sigue en la nevera. Eso  sí, nos lo comemos por no botarlo, pero nuestro real deseo es que se acabe rápido porque ya no queremos saber nada de los alimentos que hemos consumido durante los últimos ocho días.



Si ese es el panorama con la comida, no podemos decir menos de la bebida: en esa noche concluyente las personas queremos compartir una copa con nuestros seres queridos, cosa que está bien, si se compartiera una, el problema es que las compartimos todas. Para mí, el 31 de diciembre es el día del año en el que todos beben; los que son bebedores porque es normal, lo que no beben durante el año, porque es fin de año.

Es impresionante el panorama: somos insaciables, no nos conformamos con los tragos para compartir con los familiares, no estamos contentos con el vino del brindis del nuevo año y, para los que fumamos, no nos contentamos con algunos cigarrillos que acompañan los tragos. En estos tiempos el licor tiene que fluir de forma constante como fluye el agua de los ríos y el humo tiene que elevarse al cielo continuamente como en las chimeneas de las empresas.

No existen límites, el licor tiene que estar presente en demasía cueste lo que cueste. Se tiene que consumir permanentemente, aunque ya se haya perdido la conciencia. No nos limitan los hijos que casi siempre están con nosotros en estas fiestas, ni los padres que sufren al vernos en estado de alicoramiento. No nos frena el carro o la moto que tenemos que manejar después de la parranda. No pensamos en el guayabo del día siguiente, ni en la falta de dinero  que viene después de comprar una gran cantidad de botellas.

Pasadas unas horas del primer año, se pasa del ambiente festivo al carnaval de personas que vagan sin sentido mostrando que su borrachera es el signo de “la alegría, prosperidad y dignidad” que les ha de venir en el nuevo año.

c.       EXCESOS AL FESTEJAR:
En el momento del jolgorio, también aparecen los excesos: nos parece que cualquier manifestación de alegría nos queda chiquita y pretendemos magnificar dichas manifestaciones para que demuestren el real tamaño de la misma.

Nos encontramos con desmesuras como estas:


                                                               i.       El espacio donde festejamos tiene que ser inmenso, pareciera que, con el inicio del nos convirtiéramos en personas más vastas y más altas con respecto al resto del año. Es bien interesante ver que en una acera están bailando a sus anchas los integrantes de una familia de tres personas; que en una calle, que se cierra ilegalmente con costales y cuescos, rumbean veinte personas y, paradójicamente, la calle está completamente cerrada y las personas está bailando en la acera. Los que tienen casas grandes necesitan una finca, los que tienen casa pequeña necesitan sala grande, nadie está confirme con el espacio, todos necesitamos de un lugar más extenso.

                                                             ii.    La música tiene que escucharse con un volumen ensordecedor, en esta época no es raro encontrarse con bafles del tamaño de una nevera y con volúmenes equivalentes a los que se usan en los conciertos para miles de personas en los tablados de las ferias de las flores. La verdad yo no entiendo como se hace en este día para hablar con los compañeros de parranda.

Yo soy sacerdote y me he dado cuenta de familias que celebran con sonidos estridentes al lado de familias que están de luto o que tienen en su casa a un enfermo en estado grave o terminal. También, precisamente por mi oficio tengo noticias de personas que son víctimas del trasnocho por el volumen de la música y, aun así, tienen que madrugar a trabajar; yo mismo he sido víctima de eso.

                                                            iii.       La pólvora, de por sí, ya es un exceso; no obstante, el 31 de diciembre el exceso es superlativo porque aparecen los muñecos con una cantidad de pólvora que pone en peligro la vida de personas. Muchos niños que la manipulan lo hacen en tarros de leche, alcantarillados y casas vacías y hacen caer en un ataque de nervios a los que son testigos de semejantes estruendos. Los voladores están al orden del día y no ha de faltar el borracho con ínfulas de llanero solitario a quien se le ocurre  que es divertido dispara tiros al aire.

Tres cosas tengo que decir con respecto al uso de material explosivo: en primer lugar me parece una injusticia gastar el dinero en algo que dura lo que se prolonga un estallido. En segundo lugar me parece delincuencial porque pone en riesgo la vida de las personas, sobre todo las más débiles. Y, por último, me parece que es peor que la música a alto volumen, porque la música tiene un volumen más o menos constante, situación que hace que el oído logre acostumbrarse y se pueda lograr  el muy preciado sueño; pero la pólvora produce un estallido intermitente que no acostumbra a ningún organismo y que hace padecer de insomnio a los que necesitan dormir mientras los demás celebran.

Gracias a Dios, esas desproporciones sólo duran una noche y un día, porque si durara más, asistiríamos a la destrucción del hombre al no conocer límites para sus conductas.

Ante tales excesos ¿Qué tenemos que hacer?

 En primer lugar, vestir con recato, nosotros tenemos que brillar porque somos personas no porque nos ponemos cosas lujosas. No quiero decir que no se estrene, por el contrario, si existe la posibilidad no se puede perder la oportunidad de hacerlo. Pero que la ropa muestre lo que somos. Tengamos en cuenta que el vestido habla muchísimo de nuestro grado de humildad u orgullo y abre las puertas o no a la relación con las demás personas.

En segundo lugar, comamos y bebamos con mesura: en el caso de la comida, nos mesuramos para comer sólo lo necesario, para no tener que comer toda la semana lo mismo, para no tener quebrantos de salud, para tener el dinero suficiente para el mercado de 2012 para no tener que caer en el pecado de la gula. Con respecto al alcohol, nos mesuramos para no perder la conciencia, no ponernos en riesgos de pecar o de cometer errores, para conservar la dignidad, para poder disfrutar de la mejor manera de la mañana del nuevo año, para no tener nada de qué arrepentirnos y para administrar el dinero de forma asertiva.

En tercer lugar, festejemos con prudencia porque no todos tienen que escuchar la música que yo escucho, porque es muy posible que haya personas tristes, enfermas o con necesidad de dormir para madrugar a trabajar. La prudencia, si es que se tiene, nos va a decir que no tiremos pólvora y no disparemos tiros al aire; porque no vale la pena poner en riesgo la vida y la integridad de las personas sólo porque nos parece que los estruendos y estallidos demuestran la alegría tradicional del inicio del año.

Ante todo busquemos conservar el  equilibrio, que la celebración del presente no se nos salga de las manos. Que el objeto, que es festejar la alegría del presente, se cumpla y que no termine por convertirse, no sólo en un objetivo no cumplido sino el primer motivo de arrepentimiento del año que comienza.

jueves, 29 de diciembre de 2011

REFLEXION DE FIN DE AÑO

LA INMENSA DEPRESIÓN POR EL PASADO 

Se acerca el fin de un año y el inicio del otro y dicha transición genera entre todos nosotros un estado éxtasis que hace que surjan en nuestros corazones una cantidad de sentimientos encontrados que nos llevan a un sinnúmero de prácticas peculiares, con motivo de la despedida del año viejo y la bienvenida del nuevo año.
Yo me atrevo a agrupar estos sentimientos en tres bloques:
1.       La inmensa depresión por el pasado.
2.       Los excesos del presente.
3.        La gran ansiedad por los tiempos futuros.
En ese orden de ideas me moveré en la presente reflexión. Para no hacerme largo en ella, me propongo hacerla en tres bloques: uno hoy 29 de Diciembre, otra mañana y la otra el 31 de diciembre.
1.       LA INMENSA DEPRESIÓN POR EL PASADO:
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Cuando llega el fin, es inevitable mirar atrás, y cuando se hace, tampoco se puede evitar sentir que se arrugue el corazón; porque  las personas estamos equipadas para entristecernos  con facilidad y para luchar por conseguir alegrías. Paradójicamente, las alegrías humanas son pasajeras y se convierten en motivo de tristeza mientras que las tristezas perduran en el tiempo. Tomando como fundamento esta idea, hablo de tres motivos para la depresión:

a.       DEPRESIÓN POR LA TRISTEZA:

Ver imagen en tamaño completo      En algún momento de estos días finales, todos nos fijamos en los acontecimientos que tuvieron que ver con nosotros y nos damos cuenta que no nos ha ido del todo bien, que hemos llegado al fin del año pero no hemos llegado del todo fortalecidos: muchos de nosotros ponemos en la bitácora del año que termina, los datos sobre fracasos económicos, rupturas amorosas, alejamientos familiares, malos entendidos con las amistades y con los seres queridos, no haber cumplido las metas en el ambiente laboral o académico.

Muchos hemos perdido oportunidades, hemos visto como se desmoronan los sueños y hemos asistido al estadio donde triunfan las injusticias con respecto a nuestros intereses. Muchos terminamos el año con infinidad de deudas o con una gran cantidad de gastos atrasados que se tienen que efectuar en el año siguiente.

Algunas personas han tenido que despedir a los seres queridos que han partido; algunos de forma temporal porque salen a un viaje de placer o por motivos laborales o académicos; algunos otros porque han partido de este mundo al Padre y nos han dejado un vacío en el corazón al pensar en la ausencia definitiva.

Por eso, en el fin del año surgen las lágrimas y las lamentaciones, las quejas y las desesperanzas; incluso aparece la sensación del descanso  al saber que el año, tan duro y pesado, termina.

b.      DEPRESIÓN POR LA NOSTALGIA: Ver imagen en tamaño completoComo lo mencionaba anteriormente, las alegrías tienen la extraña capacidad de convertirse en motivos de tristeza y, como no todo en el año es malo, seguramente todos nosotros tuvimos la fortuna de tener acontecimientos que nos hicieron sentir felices. Un amor, una flor, un paseo, un abrazo, una llamada, un beso, una felicitación del superior, una aumento de sueldo, un cambio de oficio, un nuevo hijo, una nueva casa, un carro, una carta.

Todos esos motivos de alegría, en su momento nos hicieron sentir que el corazón palpitaba más rápido y que por el cuerpo pasaba un estremecimiento que identificamos con emoción; con motivo de estas alegrías, de nuestros ojos brotaban lágrimas mientras nuestros labios dibujaban sonrisas. Es muy probable que en estos momentos brincáramos, gritábamos y bailábamos. Pero ahora, cuando han pasado los efectos inmediatos de nuestros logros, nos damos cuenta que esos momentos inolvidables los añoramos porque quisiéramos que esas alegrías hubieran permanecido en el tiempo. Esa añoranza hace que ya no sean alegrías sino que se conviertan en el motivo de tristeza, pero no de la tristeza fracasada del primer caso sino de la tristeza que produce la nostalgia frente a los buenos tiempos.

c.       DEPRESIÓN POR LA CULPA: Ver imagen en tamaño completoPero la peor de las depresiones es la venida por esta causa; tengamos en cuenta que los dos primeros motivos para deprimirnos no tienen que ver con nosotros, tienen que ver con las cosas que han pasado, buenas o malas; pero la depresión venida por la culpa es la peor porque acusa a quien la siente.

Es claro que no somos perfectos y que, por nuestra humanidad, es muy probable que nos hayamos equivocado, nos hayamos dejado llevar por el miedo, la pereza, la ambición, la rabia, etc. También es seguro que esas acciones traen consigo consecuencias: algunas de tipo material que tiene que ver con la pérdida del trabajo, de un amigo, de la familia, la perdida de cosas materiales; vienen, además,  las consecuencias que traen consigo la exposición al escarnio público: la posibilidad de ser señalado por los afectados por nuestros actos, la segura perdida de dignidad y de autoridad, el aislamiento, etc. Hay también consecuencias jurídicas: el embargo de bienes, las denuncias y las sanciones.

Estas son consecuencias materiales ante los actos que cometemos, pero también existen las consecuencias morales, que no necesariamente tienen que ir ligadas al descubrimiento de nuestros errores. Estas consecuencias morales tienen que ver con lo que no se ve pero que hace mella, son las consecuencias del corazón que siente el peso de lo malo que se hizo y que, cuando termina el año, nos recuerda que no lo vivimos ejemplarmente; estas consecuencias morales son las que se convierten en motivo de nuestra depresión.

Las consecuencias materiales son eso, materiales, y por tal razón pasan cuando termina la temporalidad de la materia. Pero las consecuencias morales permanecen y hacen que siempre tengamos presente “lo malos que somos” por los errores que cometemos. Este sentimiento se hace más fuerte y notorio cuando llegamos a la culminación del año.

Ante tantas tristezas que nos deprimen, sólo queda pedir al Señor de la vida,   el Rey del Tiempo, el  Alfa y Omega. Primero: que los tiempos venideros sean mejores, que tengamos la sabiduría para sobrepasar los efectos venidos de las malas rachas que hemos tenido durante esta año que pasa; que nos de paciencia para soportar los tiempos difíciles y fuerza para enfrentar las nuevas luchas.

Segundo: Dar gracias a Dios porque nos dio alegrías – muchas o pocas – que refrescaron nuestra vida en medio de la lucha cotidiana; a su vez, pedirle que tengamos un corazón agradecido que descubra la bendición de Dios en todos los momentos gratos de la existencia; y que nos conceda reconocer la nostalgia como el espacio propicio para agradecer a Dios que entra en la historia para darle sentido.

Y por último, reconocer nuestra debilidad y pedir perdón: primero a Dios por los pecados cometidos; en ese sentido es bueno que nos acerquemos al confesionario y hagamos la celebración de nuestro arrepentimiento en la fiesta de Dios que nos perdona. En segundo lugar a las personas que hemos ofendido.

Después de pedir perdón, llenarnos de buenos propósitos para remediar las consecuencias de nuestros errores y para hacer cosas que demuestren que nos hemos levantado para seguir adelante.



viernes, 2 de diciembre de 2011

¿$500 PARA LOS TAXISTAS?

Esta mañana, entre misa y misa, sentado en la sacristía, leí, en el periódico el artículo que decía que los taxistas podrán cobrar 500 pesos más a partir de hoy[1]. Al respecto, tengo varias cosas que decir.
Al final de 2009, el municipio expidió el documento en el que se tasan las tarifas de los taxis de la siguiente manera: Las tarifas quedarán así: Valor de la Caída $75, Valor Banderazo $2.100, Valor Carrera Mínima $3.900, Distancia Caída  78, Tarifa al Aeropuerto $52.000, Máximo Hora Contratada $24.000[2]; y para el 2011, las tarifas quedaron así: “Valor Banderazo $2.400,  Valor Carrera Mínima $4.200, Valor de la Caída (por cada 78 metros): $77, Minuto de espera $77, Tarifa al Aeropuerto $54.000, Máximo Hora Contratada $24.000[3].
Si hacemos una tabla comparativa de los precios de 2010 y 2011, nos encontraremos con esto:
2010
2011
AUMENTO
Valor de la Caída $75
Valor de la Caída (por cada 78 metros): $77
2.66%
Valor Banderazo $2.100
Valor Banderazo $2.400
14.28%
Valor Carrera Mínima $3.900
Valor Carrera Mínima $4.200
7.69%
Tarifa al Aeropuerto $52.000
Tarifa al Aeropuerto $54.000
3,8%
Las horas contratadas no cambiaron el costo



Si analizamos el aumento de las tarifas de los taxis, en el presente año, podemos afirmar que, en promedio, el aumento fue del 7.1%, que en comparación al aumento del salario mínimo, que fue del 4%, tiene un desfase a favor de 3.1%, no entiendo, entonces, porque hay que aumentar las tasas en diciembre de las personas que más beneficiadas se vieron en el aumento de las tarifas laborales.
En segundo lugar, tengo entendido que los taxistas, como todos los trabajadores del país, tienen el derecho y el deber de pagar aportes a la salud y al fondo de pensiones y cesantías ¿por qué, entonces, tenemos nosotros que reconocer un nuevo aporte laboral a los taxistas?
Sin contar con los taxistas que adulteran los medidores, que eligen rutas complicadas y retardadas para hacer subir el valor de carrera, que las diferencias en pesos la definen a su favor en el momento de dar los vueltos a los usuarios. No  podemos olvidar que hay taxistas que eligen carreras, que pasan vacíos y no paran, que tratan mal a sus pasajeros, que evaden las normas de transito, que vetan ciertos sectores de la ciudad, que ponen a sus pasajeros a inhalar el humo de los cigarrillos que no se fuman, a escuchar la música que no les gusta y a escuchar las noticias y deportes que no les interesan.
Claro está, que pasado del mes de diciembre y el mes de enero, nos encontramos con los conductores de taxis pitando fastidiosamente a cada persona que encuentran parada en un andén movidos por la falta de usuarios que es común en esta época, debe ser ese el objetivo del aguinaldo obligatorio.
En fin de cuentas, tengo que decir dos conclusiones:
1. Hasta donde tengo entendido, la navidad es el tiempo de dar y compartir, por eso surgen los aguinaldos como una buena estrategia para ejercer estos dos valores; pero hay que aclarar que la dinámica de los aguinaldos necesita que las personas se conozcan y se aprecien y que una de ellas (la que ofrece) ejerza su libertad para dar el detalle a la segunda (la que recibe). En el caso de los taxistas no veo ninguno de los dos requisitos: no existe una relación de cercanía entre las dos personas que interactúan: el que estira la mano se monta en el vehículo que para ante la señal, dice la dirección a la que quiere ir y, terminado el servicio paga por él. Tampoco existe libertad para entregar el obsequio: el que se monta está obligado a dar un regalo porque la ley de tránsito así lo dice. Así las cosas, me parece arbitrario entonces tener que dar un aguinaldo sin que se den las condiciones necesarias para hacerlo.
2. el artículo 2 del tratado universal de los derechos humanos afirma que todos los hombres somos iguales y que no tenemos que hacer distinción de ninguna clase sobre los mismos, según eso, aplicado al tema tratado, podríamos reclamar el derecho del panadero a cobrar $200 pesos más por el pan, o el del carnicero a cobrar $2000 más por la carne que vende, o el del lechero a cobrar $100 más por la leche y así sucesivamente, porque si el taxista, con motivo de diciembre, tiene derecho a que se le reconozca un excedente por su trabajo, entonces todos tenemos el derecho de que se nos de la misma prebenda.